Desde una nueva comprensión de la higiene hasta nuevas formas de acercarnos sin ponernos en riesgo, el mundo ha tenido que reinventarse y dejar atrás, casi como un lejano recuerdo, los días pre-pandemia.

"¿Que cómo sobrevivimos? Adaptándonos”...

Quizás algún día relatemos a las generaciones curiosas que no vivieron o no recuerden los tiempos de la pandemia. Y casi como un discurso darwineano, hablaremos de ese temor al cambio necesario y doloroso que nos llevó a construir, donde todo parecía destruido. Nuestros hábitos y costumbres quedaron atrás. Se trataba de adaptarse o morir.

Jamás podremos olvidar que los descuidos de higiene pueden costarnos la vida o llevarse a algún ser querido. Que nuestros hábitos de salud hacen la diferencia cuando se trata de contar con lo que hemos sembrado en nosotros mismos. Que el uso de un cubrebocas y un simple lavado de manos, dejó de ser exagerado y se volvió mucho más que una cortesía. Que podemos tener miedo, pero también podemos inventar herramientas nuevas para enfrentarlo.

Dejamos de vernos porque las viejas formas ahora representaban un peligro. Dejamos de pensar en individual porque uno solo nunca es suficiente para enfrentar algo tan grande y complejo. Dejamos de temer a la tecnología y le dimos la oportunidad de enseñarnos nuevas cosas y, sobre todo, entendimos como un niño, que aprender siempre es muy grato.

El encierro nos frustró pero eventualmente procesamos la pérdida de nuestros hábitos y planes. Al estar con nosotros mismos, empezamos a escuchar, a crear, nos cansamos de la derrota, de no vernos y resolvimos el cómo volver a encontrarnos, porque extrañábamos, porque somos humanos.

Así, entre todos, reconstruimos el mundo y seguimos, a pesar del miedo. “¡Nuevas formas!" de pronto estaba claro, había que seguir adelante.